Se vendió como el más uribista y se quedó sin el apoyo de Uribe. Giro en la rueda del destino para Abelardo de la Espriella, tigre hambriento que acaba de ser puesto en su sitio por el verdadero dragón de la derecha: Álvaro Uribe Vélez, ofendido y agredido por la prepotencia del felino que hoy va de segundo en las encuestas.
Tigre que recogió rápidamente 4,8 millones de firmas por el movimiento Defensores de la Patria. Velocidad y fuerza que creyó suficientes para cazar en solitario y derrotar a cualquier presa. Hazaña que le agrandó el estómago y le nubló la cabeza, al punto de despreciar la consulta del Centro Democrático y los demás partidos que decidan unirse a ella.
Mordedura en la garganta para el verdadero rey dentro de esa selva: el expresidente Álvaro Uribe, cuya consulta interpartidista en marzo es su gran apuesta para definir un candidato único en la primera vuelta. Patada del Tigre en el estómago del Centro Democrático, a cuyo candidato de mayor puntaje en las encuestas también desgarró previamente con otro ataque desalmado.
Miguel Uribe Londoño, su principal rival de la derecha, a quien emboscó usando su pelaje rayado para ocultarse en la vegetación y acercarse lo máximo posible antes de atacarlo por sorpresa. Lo delató con sus intenciones de querer negociar una fórmula a la vicepresidencia y lo empujó al agua para que se lo comieran vivo las fieras. Las senadoras Cabal, Holguín y Valencia, trillizas que ni sumadas llegan a la mitad de la intención de voto de Uribe Londoño, según las encuestas.
Golpe del Tigre con la palma abierta que remató rasgando con garras de traición, agregando que no tiene ningún ofrecimiento para el progenitor del asesinado senador Miguel Uribe Turbay, a cuyo padre dejó solo, tirado en el suelo, en la selva, muriéndose políticamente, con las manos vacías y la panza desecha.
Festín con su mayor rival que le alimentó el ego y lo llevó a cometer un error fatal: desechar y depreciar la consulta interpartidista del Centro Democrático, la cual ganaría sobrado si es que tiene tanto fervor popular. Barrería y recibiría un fuerte apoyo del Centro Democrático, así como de los diversos sectores que se vayan a montar en ese barco.
Soberbia del Tigre que le hizo olvidar que una consulta suma votos y no los resta. Arrogancia que le impidió recordar que las firmas callejeras no se traducen necesariamente en votos, como le sucedió a Germán Vargas. Vanidad que le nubló la razón y le hizo olvidar que dragón mata tigre y que no hay nada más peligroso que ofender a la persona incorrecta.
Universo de seguidores del Centro Democrático que quedan en un vacío emocional tras el divorcio tácito y explícito entre Álvaro Uribe y Abelardo de la Espriella. Tigre que se apropió de la fama de mano dura del expresidente de derecha, que se cobijó con la imagen del legado de Álvaro Uribe, que se copió todos y cada uno de sus movimientos con sigilo, camuflaje y ambición.
Impostura que también copió de otras figuras de ultraderecha, como el salvadoreño Nayib Bukele. Espejo de quien calca una imagen personal casi idéntica: traje, corbata, zapatos, imagen pulcra, poca expresividad facial y barba perfectamente recortada y perfilada. Pose que contrasta con sus años de mochilero en la Universidad Sergio Arboleda, cuando vestía con la sencillez y desparpajo de un Iván Cepeda.
Tigre que se apropió de la fama de mano dura del expresidente de derecha, que se cobijó con la imagen del legado de Álvaro Uribe, que se copió todos y cada uno de sus movimientos con sigilo, camuflaje y ambición
Pinta de ‘hippie’ que cambió por la de ‘yuppie’, mochila que cambió por zapatos Ferragamo, sacos de lana que abandonó por trajes millonarios, platos colombianos que denigró frente a manjares italianos, aguardiente que despreció frente a vinos toscanos, busetas que cambió por yates y aviones privados.
Refinamiento de gomelo que el Tigre acompaña con un lenguaje corporal de militar de mando. Como llevarse la mano derecha a la frente, con los dedos juntos y extendidos hacia la sien, en línea con el antebrazo, mostrando la palma y con el codo a la altura del hombro. Saludo militar pese a que nunca prestó servicio militar, a que no sabe lo que es portar un uniforme de soldado ni cargar un fusil, recibir órdenes de un superior, entender la disciplina del ejército, sus códigos de lealtad, honor y respeto.
Respeto y lealtad que también exige la cosa política, pero códigos que violentó y masacró al creerse por encima del gran dragón del Centro Democrático.
PAOLA OCHOA
En X: @Paola OchoaAmaya
